Mis sinceras oraciones, y las de los demás monjes y monjas que residen en los ashrams de Paramahansa Yogananda, se extienden hacia todas las personas que se han visto afectadas por la serie de actos violentos alimentados por el odio que se han producido en los últimos meses en diversas partes del mundo.
En momentos como éste, cada nación y comunidad religiosa —toda la familia mundial de los hijos de Dios en esta tierra— necesita un reforzamiento de nuestra conexión con la eterna Fuente Divina del amor, la armonía, la sanación y la seguridad. Tomando plena conciencia de nuestro parentesco con todos ellos, concentrémonos especialmente en fortalecer el flujo invisible, pero supremamente poderoso, de la gracia de Dios que se derrama en los corazones y mentes de nuestros semejantes esparcidos por todo el mundo; una gracia que se manifiesta como creciente valentía, como una mayor fe en la bondad esencial de la humanidad y como una paz interior y una sabiduría inquebrantables con las que contrarrestar estas amenazas a nuestro bienestar individual y comunitario.
Al contemplar los acontecimientos actuales desde la perspectiva del entendimiento divino —que surge al experimentar de verdad la presencia de Dios en la meditación y la oración—, sentimos que brota automáticamente una ola de bondad, cariño y apoyo mutuo hacia cada miembro de nuestra familia global. Sea cual sea nuestra afiliación nacional o religiosa, todos somos hijos de Dios —a quienes Él ama por igual— y nuestro propio bienestar está entretejido con el bienestar de todos los demás. Aliento a los miembros de nuestro Círculo Mundial de Oraciones, así como a las personas de buena voluntad de toda procedencia, a unirse en un esfuerzo consciente de oración para abrir nuevos canales de amor y sabiduría capaces de ayudar y sanar a quienes han sufrido y a quienes han perpetrado ese sufrimiento.
Aunque nos encontramos en una era ascendente y sabemos que al final la luz de Dios prevalecerá sobre la oscuridad, cuando vemos almas inocentes atrapadas en las tormentas de este mundo inestable, nuestras mentes y emociones humanas reaccionan de modo natural con sentimientos de vulnerabilidad, temor, ira y frustración ante las opciones aparentemente limitadas que se hallan disponibles para hacer algo constructivo al respecto. Pero, como devotos de la Fuente del amor, la sabiduría y la compasión, es mucho lo que podemos hacer.
En primer lugar, debemos acordarnos de que no estamos solos. En el sagrado Bhagavad Guita, el Señor nos asegura: «Cuandoquiera que la virtud declina y el vicio prevalece, Yo me encarno como un avatar. Era tras era, aparezco en forma visible para proteger al justo y destruir la maldad, a fin de restablecer la virtud». Nuestro venerado gurú, Paramahansa Yogananda, nos recuerda una y otra vez que las técnicas y enseñanzas para alcanzar la realización divina que han sido otorgadas a la humanidad en nuestra era actual —y que tienen la capacidad de transformar el mundo— son una manifestación directa de la promesa divina anunciada en el Guita. Depende de nosotros hacer uso de ellas.
Así pues, utilicemos la energía de nuestras reacciones emocionales para revitalizar nuestro disciplinado compromiso con el camino de la luz y la evolución ascendente. Al sintonizar cada día nuestra conciencia con el caudal de la verdad y la gracia que nos han llegado a través del camino de SRF/YSS (o de cualquier otro sendero que cada cual siga) —y en especial cuando realizamos un esfuerzo suplementario en la meditación y pasamos más tiempo experimentando el abrazo de Dios—, podemos transformar el temor en fe, y la ira en calmado valor y en el deseo de ayudar a quienes lo necesitan. De ese modo, nos reconectaremos con la innata fuerza divina que mora en nuestra alma, la cual puede elevarnos por encima de los sentimientos de impotencia y abrir el canal del amor y del poder sín límites de Dios a fin de que fluyan a través de nosotros.
De este enfoque global de la crisis que el mundo atraviesa en nuestro tiempo, surgirán las soluciones específicas que tan desesperadamente necesitamos, tanto en el plano individual como en el social, el político y, sin duda, el espiritual. Mi profunda oración por cada persona es que sienta esa seguridad en su corazón. Como Paramahansaji nos instaba: «Debemos tratar de parecernos a los seres divinos que han venido a la tierra una y otra vez para mostrarnos el camino. Mediante el amor mutuo y la claridad de entendimiento que ellos enseñaron y ejemplificaron, podrá llegar la paz».
Que la vida de cada uno de nosotros refleje en este mundo el amor y la luz de Dios.
Hermano Chidananda