Permite que éste sea el día de tu propio despertar en Cristo. […] Puedes practicar esta resurrección cada día de tu vida. Olvida tus viejos problemas y debilidades. Piensa solamente: «Cristo resucitó, y yo he resucitado con él. Ya no soy mi yo de antaño».
Paramahansa Yogananda
La resurrección de Jesucristo constituye un radiante y luminoso faro de esperanza y gozo para toda la humanidad, porque nos brinda la certeza de una verdad que expande la conciencia: que cada uno de nosotros es un alma inmortal e invencible, destinada a liberarse de la esclavitud del engaño mortal y a reflejar nuestra innata naturaleza divina. La vida de Jesús y su triunfo sobre la muerte son un llamamiento a todos para resucitar nuestra propia libertad del alma de los dictados de los sentidos y hábitos, y de la estrechez de la conciencia del ego, a fin de que podamos vivir, como él lo hizo, en la infinita luz y el amor incondicional de la Conciencia Crística universal.
Dentro de cada uno de nosotros late el impulso de desplegar nuestro máximo potencial: sentir de nuevo el innato gozo, la libertad ilimitada y la omnipotencia que moran en nuestro interior, pero que permanecen en el olvido mientras nos hallamos enredados en la ilusión de maya. El ejemplo de Jesús, y el de otros seres que también han encarnado la Conciencia Crística, nos recuerda que podemos resucitar diariamente del engaño de ser víctimas indefensas de las siempre cambiantes dualidades de este mundo. Esa resurrección comienza desde dentro, en nuestro modo de reaccionar ante las circunstancias de la vida diaria. ¡Qué gran sentido de libertad ganamos al resucitar nuestra fuerza de voluntad de la pasiva sumisión a los impulsos del ego y al elegir, en cambio, mediante la sabiduría del alma, nuestro rumbo en cada situación! Y en esos momentos en que hemos de soportar cruces, si las consideramos no como obstáculos, sino como oportunidades para resucitar las cualidades heroicas de nuestra alma, crecemos enormemente en fe y fortaleza espiritual.
Una bellísima transformación tiene lugar en nuestra conciencia a medida que progresivamente expandimos nuestro amor y bondad más allá de los estrechos límites del yo y tendemos la mano para ayudar al prójimo. Nuestro gurú, Paramahansa Yogananda, decía: «Con cada favor y buena acción que llevas a cabo, estás resucitando, y te sintonizas inmediatamente con la divina Conciencia de Cristo». ¡Cuán profundamente se conmueve nuestro corazón ante la compasión manifestada por Jesús! Él miraba más allá de los defectos de las personas y veía la chispa divina en ellas, incluso en aquellas que le eran hostiles. A medida que también nosotros busquemos y procuremos poner de manifiesto lo bueno en los demás, estaremos siguiendo el camino que él ha mostrado para vivir en ese incondicional y omniabarcante amor crístico que es la más poderosa fuerza transformadora que existe para cambiarnos a nosotros mismos, cambiar a los demás y, en última instancia, cambiar el mundo.
Los pensamientos y acciones de naturaleza divina conducen a la resurrección de la conciencia humana en la conciencia divina. Pero para sentir plenamente la ilimitada fuente del amor y el gozo divinos que sustentaron a Jesús en su misión, necesitamos experimentar en las silenciosas profundidades de nuestra alma la bienaventurada conciencia en la que él vivía. Gurudeva ha prometido: «Si meditas profundamente hasta atravesar la niebla de la inquietud, verás que has llegado al vasto y luminoso reino interior de la eterna felicidad del alma. Tal es la resurrección que quiero que experimentes». Con todo mi corazón, oro para que esta Pascua de Resurrección traiga consigo de manera tangible el cumplimiento de su deseo para ti.
El gozo y las bendiciones de la Pascua de Resurrección sean contigo y con tus seres queridos.
Hermano Chidananda